Llueve. Y hace frío. Es posible que sea porque estamos en invierno (si nos permiten decir eso las camadas de científicos enchufados al grifo de las subvenciones a cuenta del cambio climático). Estamos en un mundo difícil y en crisis. Los aparatos burocráticos, el poder estatal, se ha enmarañado y muestra su incapacidad estúpida para salir del atolladero. Falta un diagnóstico: quienes nos han metido aquí, interviniendo los tipos de interés, promoviendo el endeudamiento, generando artificialmente masa monetaria, quisieron apagar el fuego de sus desmanes prestando ingentes cantidades de dinero a banqueros que erraron su obligación. Han pretendido extender el dinero (printing money) como si fuera un chicle y en él han enredado sus zapatos. Digámoslo claro: los partidos políticos no controlan el Estado. Es el Estado quien les controla a ellos, dejando en añicos su responsabilidad democrática, su verdadera representatividad de los ciudadanos. Y el Estado y los políticos necesitan sociedades adormecidas bajo en supuesto manto protector de las dádivas, de los aprobados sin estudiar. Hemos cambiado la libertad por un bienestar que se ha comprobado de barro.
Ahí estamos.
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